-Aquel otro tiempo,
una mirada sin amargor-
tantos
años y no reparaste
en
nada.
No
supiste con quien compartías
taza
en el desayuno,
ni las risas en carcajada de catarata.
Tantos
años y nunca me creíste,
era
inconcebible pensar que un ser humano
inteligente
pareciera tan fuerte
y
tan débil e inocente a la vez.
Debiste
pasarlo muy mal con una amenaza
tan
directa.
Te
alcanzaba no poder controlar lo desconocido,
aunque
lo intentaste durante demasiado tiempo,
sometiendo
todas las leyes de mi naturaleza.
Contabas
con mi humanidad, y con que
hacer
la vida más fácil me resultaba sencillo
¿por
qué complicarla si ella ya se enredaba sola?
Yo
me equivoqué en muchas cosas.
La
más seria, ponerme en tu lugar
desde
mí.
Así
todas las sumas,
las
restas,
las
multiplicaciones,
me
salían siempre equivocadas.
Nená de la Torriente