no
esperes lluvia.
La
tierra -que eres tú-
está
cansada de tanto peldaño
sin
ventaja, y llama a lo enjugado
y
a la indiferencia.
Descansas en el vacío
con
el cuerpo extenuado,
exprimiendo
toda la riqueza que
has ido devorando.
Tus
piernas cabecean desnudas
como
dos palos sin piso,
dos marionetas
sentadas
sobre algún brazo.
Dejas
que el sol renueve
todo lo que hasta ayer se hizo,
para
empezar de nuevo
porque
lo nuevo te huele a viejo,
y
lo viejo ya no pronuncia tu nombre
como ayer.
Nená de la Torriente