sacuden
las nubes como
alfombras
viejas.
Desde
aquí las luces se ven tan vagas
que
apetece apuntarlas con el dedo
y
dispararlas.
Y
pensar que tanta gravedad se cocina ahí abajo,
cuando
está todo rodeado de aire,
liviano
y sutil aire,
que
ni parpadea.
Tanto
dolor para acabar muerto,
tanta
espera.
Le
miro escribir desde su propia espalda,
y
me gustaría abrazarle
y
susurrarle un 'te quiero,
estoy
a tu lado mi siamés,
cuando
te levantes te morderé el culo'.
Y
pensar que sus enormes ojos
ahora
los voy a ver a diario,
a
cada instante
sin
tener que cerrar los ojos.
Si
lo hubiera sabido antes…
Que
tenía que estar muerta para verle…
Nená
de la Torriente