sábado, 12 de abril de 2014

RECLAMO

Yo creía que la lluvia eran balas de plata 
porque no conocía la verdadera sed. 
Creía que el abrazo lo arreglaba casi todo 
porque no conocía la absoluta desesperanza. 
Pensaba que una sonrisa era capaz de mover los ríos, 
pero desconocía el pillaje tras los desbordamientos. 
Y aun con todo lo que desconozco,  sigo creyendo en ti. 
Porque he visto mover inconscientes brazos agitándose
ante un grito de auxilio, 
como si de la propia naturaleza naciera una respuesta, 
y he visto la lágrima en el ojo de la anciana, 
al ver al joven herido. 
Sí,  también he visto correr en dirección a las antípodas,
pero el miedo es connatural a todos, 
como las costras a las heridas 
(pero también nos las levantamos) 
He sentido la fuerza en muchos que proclaman su ira 
(a pesar de la fatiga de argumento
de reiterativas historias pasadas), 
que me ciega pensar en toda esa increíble eficacia 
en disposiciones ‘reales y acuciantes’ de ahora mismo, 
y me siento tan sobrecogida de ser una humana 
como vosotros, 
que no dejo de pensar 
en todo lo que podríamos hacer. 



(Y no pienso escuchar: Yupi-aya.yupi.yupi-a.
Conozco muy bien a los estúpidos)





Nená de la Torriente