excédeme,
hasta sentir
en
el paladar el horizonte.
Desnuda tus sentidos y
los
míos.
Mi
piel es un unicornio de agua
como
tu voz
es la piel de un elefante.
Me
susurras que las pieles
son
sonoridad e imágenes,
imposibles
estructuras
en
la cartografía de las letras.
Si
te miro, veo un valle con cabellos
crecidos
en tierra,
mecidos por el viento.
Tú
ves dos lagos
con fondo de arcilla parda
agitándose
en constantes ondas,
bajo
un cielo que amenaza lluvia.
Si
nos besamos
todas
las constelaciones se alborotan
haciéndose
una,
y
vienen a jugar con tus labios y los míos
hasta
que el sol envidioso
nos
incendia las lenguas.
Nená de la Torriente