YEYÓ
que abrigo soledades
y faldas que una vez
guardaron mi talla.
Sabes que si te pienso
veo un color,
oigo un sonido,
y huelo a la menta del muro
que alzaste lejos de mí,
de todos.
A veces rozo tu sombra
tu memoria quebrada,
aquella voz que se pierde
como los caminos verdes
de la infancia.
El sol que una mañana
amarró sin cuerdas
el frío fiero de un ‘se nos ha ido’.
Ya ves,
estoy sin estar a tu lado
lejos, cerca, cerca, al lado,
como lo está el mismo cielo
aunque no sepa perder a la luna.
Y sonrío, y te abrazo,
y siempre te quiero,
siempre te quiero, siempre.
Nená
Pues... va mi nudo con sabor a menta que se columpia en el marco de la puerta de Dulcinea y tú me sonríes tomando un pan con mantequilla, detrás de su sonrisa tan cómplice y eterna.
ResponderEliminarPrecioso