domingo, 31 de julio de 2011


Escucho el sonido del mar
en la caracola del cielo.
Como siento tu boca
en el tren que recorre
la vía estrecha de mi espalda.

Veo colinas con olivos
en tus rodillas quietas, y
más allá un bosque mágico
que conocen las palomas.

Cuando besas mi cuello
se hace de cristal el techo
y puedo mirar un firmamento
donde bailan marionetas,
y hasta saludo a mi bella
Tola, mi quequa extraviada.

Todo es tan extrañamente contiguo,
tan imposiblemente cercano,
que el vuelo de las moscas
nos rozan, y nos convierten
en dulces puntos de mapas.

Nená

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