Me digo ¡Grita!
Si el grito es un vuelo
no quiero gritar.
Sé desde siempre
cómo huele tu pelo,
tus andares idénticos
con distintos zapatos.
Podría odiarte,
pero de tanto
ansiar no confinarte,
arrogué tu medida.
A ratos golpeo tus ojos
y te secuestro,
más reclusa que invicta.
Me quedo aquí,
me coso a tu espalda, y
que pasen las nubes
a la carrera.
El acto de génesis,
el de término,
con soberbia paciencia.
Nená
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