-los viejucos de Miera-
Después de tanto y todo
le queda más que nada,
o quizá tanto como esto.
Y si la mañana
ha inventado un nombre
más convincente que el suyo,
que no sea real, no importa.
Después de tanto y todo
la escarcha del monte parece su pelo.
La luna terca no amarra sus bocas
y ni siquiera
aquel labio sabe
qué fue del beso-semilla,
ni el pecho
-que le traiciona
dejándole sin aire-,
recuerda quien fue el primero
en decir te quiero.
Después de tanto y todo
apenas recuerda el roce,
amor en hebra,
la inquieta cancela clandestina,
porque todo el amor les dejó de golpe
y muere a bocados inmensos,
como quema el sol de mediodía
al que tiene la piel albina,
o le azota el alma
al que se anda negando.
Nená
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