Extraño aquella estación
como adoro esperarte aún,
entre raíles mordidos por el poleo.
Lluvia del norte
y un sembrado de charcos
entre los pies,
la punta de un paraguas detenido
un instante.
Extraño tu voz como este silbo,
el sonido rabioso de un reloj
que habita sólo en dos almas.
Extraño la mirada despierta
y el movimiento de tu mano
diciendo sin poder decirme nada,
bajo el sonido de mil vagones.
Nená
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