martes, 23 de septiembre de 2014



Tu cuerpo extraño 
que extrañamente amanece 
es el mío cubierto de otra lona. 
Respira este humo de despertares 
en la esquina de mi hombro, 
preso languidece de tu humedad 
y a ciegas tropieza y se tortura 
con los desniveles de tu cuerpo. 
Soy tan de tierra como ese lecho 
donde plantaste las blancas lilas, 
tan de su aroma como el perfume 
que me regalaste. 
Soy la vela de tu inexistente mesilla, 
el papel donde escribes lo que no puedes 
y aún así ambicionas, 
el suspiro a solas de tu pecho, 
la palabra primera y la última, 

tu eterno desequilibrio. 



Nená de la Torriente