martes, 9 de septiembre de 2014

Disipa la niebla


Duerme la tierra y los horrores andan. 
Niebla, todo es calígine de lo vivo, 
el vaho de vuestras 
y aquellas licencias. 

Nos fingimos miopes de todo lo terrenal 
más allá de nuestras prendas 
para preservar ¿qué concordia? 

Un poco más allá la hembra sangra. 

Al niño se le desprenden los dientes 
de tanto anhelar cuencos colmados. 

El viejo muere de tristeza. 

El hombre es prendido 
por los innombrables. 

Aquí mastica un perro el aliento 
de cocina de vanguardia, 
en la parte de atrás de tu restaurante, 
y el olor a baratija 
envasada por horas sucias 
en manos de niñas
se recrea en los rincones
de los establecimientos. 

El sexo de un infante 
sigue siendo una moneda, 
y ellos mastican chicle 
embarcados en viajes etílicos 
de oscura procedencia. 

No todo está bien, no. 

Levanta la niebla, 
sacude mantas.
Avista, otea, distingue, advierte. 

Abre los ojos a todo 
lo que no seas tú. 

Muerde la vida, que no te empuje,
que no te distraiga lo narcótico
de la opacidad.



Nená de la Torriente