Duerme
la tierra y los horrores andan.
Niebla,
todo es calígine de lo vivo,
el
vaho de vuestras
y aquellas licencias.
y aquellas licencias.
Nos
fingimos miopes de todo lo terrenal
más
allá de nuestras prendas
para
preservar ¿qué concordia?
Un
poco más allá la hembra sangra.
Al
niño se le desprenden los dientes
de
tanto anhelar cuencos colmados.
El
viejo muere de tristeza.
El
hombre es prendido
por
los innombrables.
Aquí
mastica un perro el aliento
de cocina de vanguardia,
en
la parte de atrás de tu restaurante,
y
el olor a baratija
envasada
por horas sucias
en
manos de niñas
se recrea en los rincones
de los establecimientos.
El
sexo de un infante
sigue
siendo una moneda,
y
ellos mastican chicle
embarcados
en viajes etílicos
de
oscura procedencia.
No
todo está bien, no.
Levanta la niebla,
sacude
mantas.
Avista, otea, distingue, advierte.
Abre
los ojos a todo
lo
que no seas tú.
Muerde la vida, que no te empuje,
que no te distraiga lo narcótico
de la opacidad.
Nená de la Torriente