Tenme
en lo caduco
y
en lo que está por dejar de estar.
Si
supieras de este temblor
debajo
de la lengua
que
derrumba mi barbilla
al
respirarte cerca,
me
sujetarías por miedo
al
desvanecimiento.
Los
siglos se van quedando
en
los escalones de los años,
así
tu mimo en mis rizos
ha
dejado leyendas
con
un lenguaje único.
Rey de reyes
sin reino conocido,
dominas
todo cuanto tocas
y
es de ti y hacia ti
a
donde me dirijo.
Larga
es tu presencia
en
todo lo que el mundo llama al vacío,
has
venido a mostrarte ahora
cuando
mi vida es negación y renuncia
a
la plegaria.
No
puedo escribir sin más
de
qué manera te has constituido,
ni
si llevas éstos o aquellos fonemas.
Son
mis manos torpes en tu mundo
tan
extraordinariamente aventajado,
y
tan distinto a todo lo que he conocido.
De este aquí hasta ese dónde
han
nacido miles de hojas,
no
voy a hacer preguntas
a
una naturaleza fiera
ni
a derribar puentes
que
nos comuniquen
en
silencio.
Sin
excepción todo está
de
la mano, tan próximo
como
tu labio de mi lengua,
que
no teniéndose se están besando
en
cualquier esquina,
en
cualquier acera,
a
la espera de que se pongan en verde
los semáforos en ámbar.
Empecemos
tú y yo a ser ola
para
entender la ola en el resto,
y
así extender el océano más allá
del
océano.
Veremos
conchas marinas
con sonido de mar en su centro
¡Ay
amor!
No me dejes ahora ser golondrina.
Nená de la Torriente