Sé
que no quedan faros
al
otro lado de esta parte
Vendí
mis ojos por un beso largo
en
noches de finales de agosto
Piedad
para los amantes
que
no entienden de renuncias
El
No es una quimera absurda
una
deuda, un duelo,
no
existe la culpa
La culpa es de perezosos
Lo
pleno es un campo de amapolas
sobre
un nido vacío
¡Pronuncia
mi nombre, anda!
¡Dí
que me quieres
como
se posa el rocío
en
la fragilidad de la hoja
recién
nacida!
Que
yo te devolveré la juventud
que
no se pierde
y
ese amor que en cuatro letras
no
se encadena nunca
porque
no conoce palabras,
ni
silencios,
ni
el extraño espacio que
lo
mantenga retenido
–bien
sabes
tú
tú
que
no
voy
a
ponerte
aquí,
ni allí
un
punto-
Nená de la Torriente