Me
levanto con labios de prado
y
con la humedad del norte
pegada
a las piernas.
Todos
los caminos convergen
en
mis manos
como
diminutos regueros
de
hormigas.
Somos
soldados de vida,
muchachos
tímidos
segando
la hierba que nos crece
en
los poros.
No
hay rumiantes que vengan
a
alimentarse de nosotros
¡Qué
desperdicio
tanto
pasto mal repartido!
Nunca
aprendemos
que
podemos dar mucho más
de
lo que recibimos.
Míranos
alabar al obeso ombligo
pensando
que es el único poro
que
cuenta.
¡Ay,
si hubiéramos vencido
a
tanto pecado molesto!
Mickey
Mouse se ríe en medio
de
la gran avenida de tus hoyuelos,
estamos
hechos de la misma pintura
pero
con menos esfuerzo.
No
me dejes sola nunca,
la
tentación no es la muerte amor,
estaría
loca si así fuera,
la
tentación es la vida misma.
Me
tienta seguir aquí, sin ti,
en
esta caja de cartón que se pudre
y
no devolverle nada.
Miro
mis labios pequeños,
miro
mi pecho cómo se va consumiendo
en
el cosmos de las cosas heridas
y
te pregunto:
¿Cuánta
nieve puede acumular el pelo?
Me
gusta que llegue el frío a tu frente
si
la arruga ha de alcanzarnos para siempre juntos.
Nená de la Torriente