lunes, 8 de septiembre de 2014


Cuando he sido arena, 
cuando he sido lluvia, 
las palabras sonaban distintas. 

Distinto el cascabel de los sentidos 
que travieso se colaba en lo disperso 
haciendo nidos. 
Nunca fue idéntico el silencio 
que perfilaba los cuerpos en las noches 
de vino, 
ni similar cada uno de los amaneceres 
que desperté contigo. 

Cuando he sido juventud, 
cuando he sido voz sostenida, 
los versos sonaban distintos. 

Diferente la comisura y el beso 
que revoltosos enredaban en lo prohibido, 
probando flaquezas que desvistieron decoros. 
No fui patrón de huidas
que calmaran descuidos,
ni cazán con relincho furtivo.

Cuando he sido gorrión, 
cuando he sido maestra, 
la risa sonaba,
ha sonado y suena distinta. 

Desigual la verbena que amenazaba 
el vértigo en el vals de las velas, 
anunciando la elección de un solo hombre 
y esos labios que tendrían que beber 
de la misma hondura caótica, 
mi sexo. 
Jamás un nombre común
a todos los nombres,
jamás una dirección, 
jamás un apellido.
Nunca un después.



Nená de la Torriente