sábado, 13 de septiembre de 2014

Averiados


En horas que alargas lo inevitable 
se hilvana a tu costado la sombra 
más oscura de las sombras 
y ni siquiera te estremeces. 
Aparece esa imagen de ti que has visto 
tantas veces, 
la que empujas debajo de la alfombra 
o arrinconas en el rodapié 
con los nervios por ocultarla de una  visita. 
Emerge como Maléfica en el cuento de otra, 
siempre más bella  pero tan débil 
que cualquier fragata rota le sirve de camastro, 
ataca la negra el único órgano que no es capaz 
de estigmatizar el cáncer, 
pero sí de imprimir el milagro de los poetas 
y los dulces adolesquerientes. 
Ese músculo se mastica 
en horas brunas, hace el pino puente, 
se desgrana en pepitas, 
se retuerce, 
no quiere seguir latiendo contra corriente 
y se derrumba. 
En esas horas de luz imaginada nada crece, 
sólo aguardas lo inevitable. 




Nená de la Torriente