En
horas que alargas lo inevitable
se
hilvana a tu costado la sombra
más
oscura de las sombras
y
ni siquiera te estremeces.
Aparece
esa imagen de ti que has visto
tantas
veces,
la
que empujas debajo de la alfombra
o
arrinconas en el rodapié
con
los nervios por ocultarla de una visita.
Emerge
como Maléfica en el cuento de otra,
siempre
más bella pero tan débil
que cualquier fragata rota le sirve de camastro,
ataca la negra el único órgano que no es capaz
de
estigmatizar el cáncer,
pero sí de imprimir el milagro de los poetas
y los dulces adolesquerientes.
Ese
músculo se mastica
en
horas brunas, hace el pino puente,
se
desgrana en pepitas,
se retuerce,
no
quiere seguir latiendo contra corriente
y
se derrumba.
En
esas horas de luz imaginada nada crece,
sólo
aguardas lo inevitable.
Nená
de la Torriente