Sucumbo
Cierro los ojos,
olvido mi nombre y el atardecer naranja
que se precipita sobre la autopista,
hasta el sonido de la persiana
en el zócalo.
Sucumbo como antes,
como otras veces,
a esa verdad de la que me he zafado
inútilmente;
regresa con uñas limadas
y aliento desagradable,
a embestirme una estocada
donde las claridades empezaban
a ser fértiles.
Sé que es un momento de cambio
quizá el mayor de todos,
el más batido
y no siento miedo.
No voy a insertar en tierra caracolas
para que engendren mares,
ni a revisar correspondencia
por si el pasado otorgó errores
que rescatar del naufragio,
las referencias han ido cayendo
como gotas de lluvia
extremadamente suave
en una estación cálida.
Debo dar una respuesta ahora,
después, mañana,
después, mañana,
porque sólo
yo
soy el mundo.
Nená de la Torriente
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