domingo, 30 de agosto de 2015

Sucumbo


Cierro los ojos, 
olvido mi nombre y el atardecer naranja 
que se precipita sobre la autopista, 
hasta el sonido de la persiana 
en el zócalo. 
Sucumbo como antes, 
como otras veces, 
a esa verdad de la que me he zafado 
inútilmente; 
regresa con uñas limadas 
y aliento desagradable, 
a embestirme una estocada 
donde las claridades empezaban 
a ser fértiles. 
Sé que es un momento de cambio 
quizá el mayor de todos, 
el más batido 
y no siento miedo. 
No voy a insertar en tierra caracolas 
para que engendren mares, 
ni a revisar correspondencia 
por si el pasado otorgó errores 
que rescatar del naufragio, 
las referencias han ido cayendo 
como gotas de lluvia 
extremadamente suave 
en una estación cálida. 

Debo dar una respuesta ahora,
después, mañana, 
porque sólo 
yo 
soy el mundo. 



Nená de la Torriente

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