a sensaciones nuevas,
a la esencia del musgo que desprendían
las estrellas
y al aroma de la piedra húmeda
hablándole a los helechos.
Quiero encontrarte niña
pero no siempre puedo,
los mapas cada vez se hacen más ilegibles.
Sé que andas perdida en un vértigo extraño,
en la concha de una caracola marina
que se ha esforzado por no olvidar el mar
ni la memoria de los faros.
¿Quién va a cuidar de ti cuando yo no pueda?
Así solían oler las noches de verano
recuerda,
así la poza y la humedad de lo umbrío,
el zigzagueo de los renacuajos,
la brutal sonoridad de los grillos.
Nená de la Torriente
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