cuánta ahí afuera.
Déjame acercarte a la orilla en este bote
de apellido largo,
no voy a cobrarte nada, lo prometo.
Nadie entiende que el desierto de verse solo
es más desolador
que estar descalzo sobre la tórrida arena.
Cuánta inclemencia aquí dentro,
cuánta ahí afuera.
Déjame enseñarte a enseñarme ahora
cómo es tu mundo inválido de inercias,
quiero aprenderlo todo
y he perdido demasiado tiempo
apresando las mías en versos
tan torpe como tercamente.
Cuánta crudeza aquí dentro,
cuánta ahí afuera.
Déjame mostrarte el hambre
tal como lo veo,
tripas abombadas
y el hueso del hombro quebrantando
la espalda
porque en nombre del Dinero
toda bondad se calla,
que no hay Dios más fiero
ni basura mayor que nos vulnere.
Cuánta pendencia aquí dentro,
cuánta ahí afuera.
Déjame que te seduzca
con mis dos oscuros
más cálidos,
uno creará la palabra y el beso,
el cuento, la mentira a medias
y la verdad que todos andamos obviando,
que los errores del Padre
son los horrores nuestros
y ya no tenemos excusa,
la otra te hablará de vida,
del enigma más allá del gozo,
de esa primera unión
que hubo de haber habido
y que un mal día
tuvo que ser maldecida
por otro tropiezo.
Cuánta desapego aquí dentro,
cuánto ahí afuera.
Mírame,
yo sigo en pie,
asumo las deudas y las dádivas.
Ven conmigo
y ocupémoslas todas,
juntos,
sin más signos de interrogación.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame