martes, 25 de agosto de 2015


Tengo impensada una idea 
tan ostentosa como descalza. 

Un pocito en las manos 
para esa flor 
que tal vez algún día me regales. 

El milagro para un horror incalculable 
que no ha asaltado aún mi palenque 
orlado con hortensias azules. 

Tal vez la cena más exquisita 
en el lugar más inhóspito de la tierra 
o el abrazo al ser menos acariciado 
de entre todos los no mimados. 

El buen cartucho 
a ese estúpido tan estúpido, 
o el poema de amor sublime 
a la que viaja yerma 
de despertares. 

Tengo impensado un plan tan perfecto 
que abrumaría al día si amaneciese. 

Como al heno, 
atroparía a los niños 
 entre mis brazos, 
así, como cualquier cosa, 
con un chasquido de dedos 
o con un gesto inimaginado. 

Sería la espalda del viejo 
que camina arrugado, 
atándome a su cintura 
con una cuerda de pita 
o con una palabra recia. 

El pétalo para la bala vieja 
que no claudica o no sabe 
ni cómo renovar su esfuerzo 
ni qué hacer con su vida. 

Tengo impensadas intenciones 
diminutas o multiplicadas, 
todas dables e improbables  
sin benedícite ni tedéum, 
sin encantamientos funestos 
ni horrísonas magias. 



Nená de la Torriente

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