jueves, 13 de agosto de 2015


Descifrar el lamento de la sonrisa 
no es mi labor 
-me dijo- 
sólo cuento lo que veo 

Quise imitarle bien sin remedarle, 
 convertir mi trazo en un discurso 
tan limpio como el suyo, 
pero me enredaba, 
giraba la palabra 
como mi cadera se contoneaba 
al paso de los muchachos, 
una serpentina caprichosa 
buscando la caricia felina.

Conocer el saber del anciano 
no es mi pretensión  -me dijo- 
sólo deseo saber lo que desde mí alcanzo 

Quise conocer en proporción idéntica 
pero dislocaba mi comprensión 
con fórmulas desacertadas y me aferraba 
a tantas como ojos retenía, 
una maleta llena de miradas heredadas 
halladas por colisión en un único viaje. 

Averiguar qué es el amor 
no me produce interés -me dijo- 
sólo llenar mi corazón con sus bonanzas 

Concluí que era sabia su decisión 
y muy conveniente 
pero no dejaba de hacer preguntas 
por todo lo que el amor entregaba 
y por lo que él mismo provocaba en fuga, 
me preocupaba más su levedad 
que la emoción misma, 
un error que pronto marcó una pérdida 
irreparable. 

No quiero vivir atado a las cosas -me dijo- 
no quiero ser esclavo de los enlaces 
habitados 

Quise ser tan liviana como las mariposas 
y a penas rozar las hojas con sus coloridos 
más espectaculares, 
pero sucumbí a los rojos y al aroma único 
de los jazmines, 
y supe que jamás sería libre 
por poseer con voluble inocencia el antojo 
y por desear la caricia sin ninguna sensatez. 


Nená de la Torriente


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