no es mi labor
-me dijo-
sólo cuento lo que veo
Quise imitarle bien sin remedarle,
convertir mi trazo en
un discurso
tan limpio como el suyo,
pero me enredaba,
giraba la palabra
como mi cadera se contoneaba
al paso de los muchachos,
una serpentina caprichosa
buscando la caricia felina.
Conocer el saber del anciano
no es mi pretensión -me dijo-
sólo deseo saber lo que desde mí alcanzo
Quise conocer en proporción idéntica
pero dislocaba mi comprensión
con fórmulas desacertadas y me aferraba
a tantas como ojos retenía,
una maleta llena de miradas heredadas
halladas por colisión en un único viaje.
Averiguar qué es el amor
no me produce interés -me dijo-
sólo llenar mi corazón con sus bonanzas
Concluí que era sabia su decisión
y muy conveniente
pero no dejaba de hacer preguntas
por todo lo que el amor entregaba
y por lo que él mismo provocaba en fuga,
me preocupaba más su levedad
que la emoción misma,
un error que pronto marcó una pérdida
irreparable.
No quiero vivir atado a las cosas -me dijo-
no quiero ser esclavo de los enlaces
habitados
Quise ser tan liviana como las mariposas
y a penas rozar las hojas con sus coloridos
más espectaculares,
pero sucumbí a los rojos y al aroma único
de los jazmines,
y supe que jamás sería libre
por poseer con voluble inocencia el antojo
y por desear la caricia sin ninguna sensatez.
Nená de la Torriente
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