amante de las desilusiones,
los ambages son más propios
de los que se indagan.
Subido al encerado
no distingo tu dedo anular
de la tiza que araña el verde oscuro,
ni ese trazo
que hace el papel de periódico
sobre el bocadillo,
de ese otro que nace
del propio aliento del pan,
-tan de colegio,
tan de recompensa y sufragio,
nada dómine ni sofisticado-
Debo apagarme un rato,
en el extremo más afilado
de este extremo.
Ver cómo se detienen mis pies
seguros de haber encontrado
algo candoroso y verdadero,
no otra añagaza voceando ruinas.
Si no estuviera desfallecida
por el sonido de simuladas olas
-humo encima de humo
inventando pesca y amores,
y acantilados,
y bellas rocas-
te amarraría con cables,
pero sólo puedo avalar mi inocencia
y la lisura de mis propios besos.
Una vez más se me aviene un tú
como aquellos tantos,
pero no sé cuántos lograrán acabar
con la trampa del corazón
sin repostaje.
Cada músculo es diferente.
Por qué mentirse.
Es un misterio para mí.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame