y de ave en estos coches,
que mirar es remirar con la piel vuelta
y pensar, ir a lomos
de una ballena
que amenaza con hundirse en el húmedo,
para devolvernos de golpe a la cima
ya aturdidos y sin juicio.
Hay tan poco de amor en algunas manos
que las quimas de higueras secas
parecen sus dedos,
aunque nos empeñemos en buscar la vida
en sus brotes de septiembre o de junio,
en forma y modo de un roce
que no va a llegar nunca.
Hay tanto de dolor en tu risa
y de vértigo en tus dislocados versos,
que leerlos es anudar tripas con dogales
que gritan pidiendo una chaira,
para soltarse de ti y alejarse solos.
Hay tanto de soledad en los techos
y de rotos entre las tejas,
que nos asusta mirar al cielo
por si nos devora su reino,
y las estrellas se multiplican
con desacoplados brillos.
Hay tan poco de humanidad
ya en los besos,
que los labios se reinventan hacia dentro
en busca de un yo desesperado,
y los gestos se van alquilando,
y el tiempo nos gana por una carcajada
amplia y ensordecedora,
al haber dejado de soñar
y habernos traicionado tanto.
amplia y ensordecedora,
al haber dejado de soñar
y habernos traicionado tanto.
Nená de la Torriente
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