domingo, 6 de septiembre de 2015


Hay tanto de carretera en este mar 

y de ave en estos coches, 
que mirar es remirar con la piel vuelta 
y pensar, ir a lomos de una ballena 
que amenaza con hundirse en el húmedo, 
para devolvernos de golpe a la cima 
ya aturdidos y sin juicio. 
Hay tan poco de amor en algunas manos 
que las quimas de higueras secas 
parecen sus dedos, 
aunque nos empeñemos en buscar la vida 
en sus brotes de septiembre o de junio, 
en forma y modo de un roce 
que no va a llegar nunca. 
Hay tanto de dolor en tu risa 
y de vértigo en tus dislocados versos, 
que leerlos es anudar tripas con dogales 
que gritan pidiendo una chaira, 
para soltarse de ti y alejarse solos. 
Hay tanto de soledad en los techos 
y de rotos entre las tejas, 
que nos asusta mirar al cielo 
por si nos devora su reino, 
y las estrellas se multiplican 
con desacoplados brillos. 
Hay tan poco de humanidad 
ya en los besos, 
que los labios se reinventan hacia dentro 
en busca de un yo desesperado, 
y los gestos se van alquilando, 
y el tiempo nos gana por una carcajada 
amplia y ensordecedora, 

al haber dejado de soñar
y habernos traicionado tanto. 



Nená de la Torriente

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