Caos
Somos medidas imperfectas
en nuestra imprecisa e inestable
sensibilidad humana.
Salvamos los muros de los caserones
con sus pinturas de siglos
y dejamos que se caigan los tejados
de las aldeas más humildes,
con sus gentes y sus bestias.
con sus gentes y sus bestias.
Corremos a llorar por el okapi
y por el bello toro al que asesinamos
creyéndonos dioses,
creyéndonos dioses,
pero le deseamos la muerte al torero
y al cazador furtivo.
y al cazador furtivo.
¿Dónde estamos?
¿En qué punto exacto
en esa evanescente eclipse
de lo que es apropiado
y necesario?
y necesario?
Somos parte de todas las cosas
y desde todo
no somos capaces de vernos
en cada una de ellas.
en cada una de ellas.
La perfecta ignorancia exaltada,
el amor que se limita,
el hombre
con su voy a hacer.
el amor que se limita,
el hombre
con su voy a hacer.
La pasión que rueda como un neumático
en medio de la autopista,
llena de señales luminosas
y de flechas confusas.
y de flechas confusas.
Encontramos un motivo, una razón
para encauzar tanto corazón,
y entenderlo una vez y otra,
y entenderlo una vez y otra,
antes de que llegue un nuevo tren
con empresas y banderines,
a descolocarnos de nuevo.
¿Nosotros?
La mejor de las intenciones,
sin entender alguna glosa,
o mucho,
o casi nada.
Y todo según
el ángulo que abramos.
o casi nada.
Y todo según
el ángulo que abramos.
Nená de la Torriente
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