sábado, 26 de septiembre de 2015

Caos


Somos medidas imperfectas 
en nuestra imprecisa e inestable  
sensibilidad humana. 
Salvamos los muros de los caserones 
con sus pinturas de siglos 
y dejamos que se caigan los tejados 
de las aldeas más humildes,
con sus gentes y sus bestias.  
Corremos a llorar por el okapi 
y por el bello toro al que asesinamos
creyéndonos dioses,
pero le deseamos la muerte al torero 
y al cazador furtivo. 
¿Dónde estamos? 
¿En qué punto exacto 
en esa evanescente eclipse 
de lo que es apropiado
y necesario? 
Somos parte de todas las cosas 
y desde todo 
no somos capaces de vernos 
en cada una de ellas.  
La perfecta ignorancia exaltada,
el amor que se limita,
el hombre 
con su voy a hacer. 
La pasión que rueda como un neumático 
en medio de la autopista,
llena de señales luminosas 
y de flechas confusas. 
Encontramos un motivo, una razón
para encauzar tanto corazón, 
y entenderlo una vez y otra, 
antes de que llegue un nuevo tren
con empresas y banderines, 
a descolocarnos de nuevo. 
¿Nosotros? 
La mejor de las intenciones, 
sin entender alguna glosa,
o mucho,
o casi nada. 

Y     todo    según 

el    ángulo   que    abramos. 



Nená de la Torriente

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