el susurro perdido de unas ramas
le adormece.
Está pasando,
sin fiereza ni fauces ha despertado
y se ha llevado la humedad
a una estancia abierta,
entre recortes de muro y olor
a cáscara y a baba amable.
Ella lavada por sus propios círculos,
tan ciega,
se deja olvidar inconscientemente
como si nunca hubiera tenido poder,
como si nunca le hubiera amado.
No va a rescatarlo,
nunca pensó en hacerlo.
Su humanidad abarca
el espacio que anida su hogar
y su eco,
él debió comprenderlo entonces
como lo comprende ahora.
Caracol que partes por el mundo
sin tu casa rígida,
estás solo,
estamos solos
pero podemos gritar que somos libres
¿quién dijo que fuéramos dioses?
estás solo,
estamos solos
pero podemos gritar que somos libres
¿quién dijo que fuéramos dioses?
Nená de la Torriente
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