No me traigas un pájaro,
déjalo seguir su rumbo
tan desconocido para mis ojos
y mis pasos.
El cielo es una odisea bellísima
en la que no camino
ni con la que mantengo
conversaciones.
Pero sigo,
despacito o a salto de vértigo,
no importa el tiempo que me lleve
ni si ocupo un espacio que no es mío
-los ojos aprenden a lavarse a cada poco-
Soy vagón sin locomotora
en cuesta infinita de bellísimos paisajes.
Sé que no me quieres,
ni tú tampoco,
ni aquel que tanto me escribe,
aunque recojo sus palabras de amor
con un esmero tan esforzado como impaciente,
por si han de sonar las campanas
y debo de volver a casa
donde un techo me cubre.
Nunca entenderás, y no lo reprocho,
sólo puedo darte todo este amor
para que tal vez aprendas a entregárselo
a otras.
Soy consciente de que el tiempo
no corre a mi favor,
pero sí de que tengo la voluntad de la tierra:
Las semillas empiezan a llamarme
por mi propio nombre.
Nená de la Torriente
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