Y dejaron de escuchar te quieros
y la harina de su mesa desaparecía,
nuestra conciencia y nuestro poso
de humanidad descarnada.
Ayudadnos a ayudaros,
a no olvidar vuestros ojos de campo
siempre sin siembra,
a este y al otro lado del mundo.
Que vuestro hambre sea El Hambre,
que vuestra bondad la nuestra
y un pellizco de luz nos atraviese a todos
por el mismo músculo,
desde este pico a la pala más antigua.
Ayudadnos a no olvidaros
en la miseria profunda,
soldaditos de la guerra más cara de todas.
Que nadie rebane una hogaza
ni un solo corrusco,
sin apartaros
un trozo
para
que
sigáis
viviendo.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame