Vienen a buscarme las palabras
cuando pienso en ti, y
sobre pájaros de papel escucho tu nombre.
El silencio nunca es un vacío,
tú lo ocupas todo.
Me revelo y saco las manos
por las rendijas de
las sombras.
Huyo,
huyo de mí y del poder que ejerces
sobre mi pensamiento.
Sé que debo arrojarte de la cama
para poder dormir,
pero mis dedos no pueden despegar
el ingrávido peso de tu cuerpo.
Sé que tal vez no sabiendo
estés aquí
y todo se convierta en la otra parte del sueño.
Allí donde acaban mis pies
siento el cosquilleo de la espuma
y el roce de la arena cálida
que no te contiene.
Caracolas llenas de licor se deslizan por mi vientre,
se alojan en el sexo y lo corrompen,
pero no sé bien
cómo
llamarte aún.
Nená de la Torriente
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