Me doy una vuelta y te construyo.
Las manos con pintura de vino
sobre un mantel inexistente.
El rostro una hoja de platanera
indiferente
al golpe impetuoso del clima.
Tus ojos dos carteles bañados en lluvia,
y tu voz una gota de agua
en el venaje de las vocales.
Me doy una vuelta y desapareces
por delante de todas mis intenciones.
Te ríes y
me demuestras que nunca serás un poema,
ni un solo verso,
ni una línea que cancanee al despedirse,
porque tu piel no es un blues
ni es jazz lo que tú modulas
y nunca me has pertenecido
y nunca te he pertenecido.
Nená de la Torriente
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