miércoles, 28 de enero de 2015


Por qué no me dijiste 
de ese modo tan tarabilla, 
que las olas se escapaban 
para volver vestidas de otras olas, 
y que los pinos languidecían 
con las chicharras, 
como el sol secó las cañas 
en el ombligo de agosto. 
Por qué no me contaste, 
con tu alegre travesura, 
que las lunas no eran 
agujeros en el cielo, 
ni los astros motas 
de humo de cigarro 
con los que yo me divertía. 
Por qué no me recordaste 
todo eso que aprendimos 
de mayo a junio, 
al sonido de gaviotas, 
de espaldas al hogar 
y en manos del tesoro 
que la inocencia despierta.




Nená de la Torriente

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