lunes, 26 de enero de 2015



Debajo de la escalera 
como gazapo en su intervalo. 
Dos, tres, siete escalones 
para la altura. 
No quiere pronunciarse, 
ni medirse, 
ni confirmar el peso de su nombre. 
Sabe bailar en cualquier salón 
pero le gusta hacerlo a oscuras. 
No hay timidez 
ni derroche de soberbia callada, 
sólo determinación sin ambiciones 
colectivas. 
De su intimidad la rima carente, 
asilada de elocuentes trazos 
va y viene en permanente vigía, 
no de sus cosas 
-a las que no pone ortografía- 
sino de todo lo que suena 
fuera de su cubil de peldaños.  
Ecos priores, 
cimeros zumbidos, 
¡la resonancia del adalid! 
Para huir lo más lejos   
de todo lo que escucha. 

Ella. 


Nená de la Torriente

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