Extraña vitalidad
que rodea el macizo,
para ver la única flor
que ha crecido.
Extraña vitalidad
que nace de lo muerto
y nos persigue en el espejismo
de los siglos.
¿Dónde estabas cuando la lágrima pendía
como un filo de espada
sobre el mismo cuero?
¿Dónde cuando al mar las velas
se hicieron gaviotas
peregrinas de la costa?
Ahora protégete de mi,
si es que puedes.
Pronuncia mi nombre
con la voz de otro
y dime que estuve siempre
aquí
entre los vivos,
y no en el espacio irreal
de una apetencia.
Nená de la Torriente
Siempre quedan raíces hasta entre el asfalto se asoma lo que un día lo cubrió todo
ResponderEliminarUn beso y buena semana!
Gracias por tu atinado comentario.
ResponderEliminarUn abrazote grande,
Nená