Busca el alcance de su peonza
cien y mil millones de veces.
La dicen que es un juego de niños
y más se esmera en los giros que su madera
hará enloquecer al suelo.
Juega
como la tarde muerde los tejados,
como la aurora rompe los cristales
cada amanecida,
haciendo dulcemente que claudique el ojo.
Juega porque vivir es juego,
porque lo es en su peculiar simetría
como contrarresto a la insensatez.
No, no la digas ni la frenes,
no la discutas ni la razones,
no inviertas sus razones, aún no.
La niña juega, juega la niña
en su aventura cierta y sin rosigar.
Nená de la Torriente
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