Todas las sombras parecen iguales,
reconvierten
su espacio finito
en un
silencio doloroso.
La tensa
piel de un tambor
hablando
herida, el estallido sordo,
la
resonancia que esgrime el eco
antes de recorrerse.
Todas las
sombran parecen iguales
pero son
distintas,
aunque
caminen con los pies en el aire
y articulen
negros con humor de grises.
Códigos pausados con contraseñas únicas,
rehenes que evitan
la luz como la desgastan,
lábaros sin
Roma ni fe
a lomos de un
replegado cuerpo;
y de entre
todas las sombras tú
golpeando mi ventana,
perpetuándote
al otro lado del cristal
clandestino siempre.
Impasible y
álgido,
como todas las cosas
que no se rozan
nunca.
Nená de la Torriente
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