martes, 11 de noviembre de 2014

Hoy lloraré por el mundo,  de nuevo. 


Me he caído a escasos milímetros 
de tu boca, 
como una palabra que no cabía 
o que tus labios no la han dejado entrar. 

Si voy a ser silueta 
escojo la sombra de una hoja sobre el suelo, 
sin otoños que la derrumben 
por una cara 
y sin inviernos tan grises que la roben 
su opaco reflejo. 

Siempre aprendo despacio,  tanto, 
que es doloroso sentir
cómo se despegan las imágenes 
de los ojos, 
y cómo la lluvia se amontona 
en una rampa invertida 
en la que nunca sé situar el cielo. 

Tal vez me he hablado demasiado, 
como una Cenicienta que busca su baile, 
su zapato,  su príncipe, 
hasta calzar la carcajada más decadente 
donde no se halla el sonido, 
justo en el pie descubierto. 

No espero volver a escuchar mi nombre 
en el peculiar sonido 
de tus pestañas, 
ni que me lamas el dedo para robarme 
el turno; 

el tiempo ya no es un grado,  
en el fondo nunca fue un grado
desde que las canas empezaron 
a parecerme benévolas. 





Nená de la Torriente