Lo cierto es que
sólo encuentro roca.
Las olas de mi
verso se van haciendo
menos corretonas
por llegar al final
a la costa,
esa de arenas cálidas
que nos habían prometido.
No he querido dar
mal a nadie
sólo he buscado un
sitio
que no pueden
concederme,
quizá porque no
soy de ninguno
o porque están todos
ocupados
con convenientes
y
convenidos términos.
Aún así,
espero no dejar nunca de creer
en el movimiento constante
del mar,
por si acaso algún día…
Nená de la Torriente