Qué guapos somos
en las fotos como hipnotizados,
en busca de un boleto de ida
a un siempre may-estático,
una primavera congelada
en el prólogo de sus mejores yemas.
Y tanto tiempo permanecemos
con ese gesto perfilado
que nos creemos fielmente ese retrato
que se retuvo en peana sempiterna,
pero hemos sabido andar sin tanta audiencia
por laberintos más ominosos.
Fíjate bien de qué palabras
nos rodeamos
¡íntimo fárrago!
¿no había un par de dos
menos grandilofeas?
Ya la intimidad se me retuerce
cuando intimidad la llamo,
y el desorden se irrita con exantemas
múltiples
por tanto fárrago de riscosas erres
(me da que le ha brotado una urticaria)
Pero qué guapos somos
cuando quietos parecemos
en ómnibuses de palabras, y
hasta algunos nos toman tirria
por creer erradamente
que nos amamos,
(que digo yo que sí los habrá
hasta cuando se apeen de la foto)
Pero qué desconocidos somos
entre esta inmensidad de letras
a las que nadie se acerca
y por las que casi nadie pregunta,
¿será verdad que el pulmón que nos respira
es capaz también de respirar allí donde nos duele
y de llenar de aire los pies
hasta sentirnos ligeros,
como una burbuja dentro del agua?
Nená de la Torriente
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