domingo, 8 de noviembre de 2015

El LIBRE 

La libertad no la tienen 
los que no tienen su sed.
Rafael Alberti



Todo le alcanza 
como un bote a otro se abarloa. 
Pierde la voz y le entra el pánico. 
Ve la muerte en cada repulgo de ola 
y sigue queriendo ser marino. 
Ama a una mujer mitad sueño, 
mitad calamidad.
Besa sus pies de escamas 
y en un coma lesivo va del beso 
al vientre sin pasar por su inexistente sexo, 
una anaconda que vive en el océano 
a la que finge no adivinar. 
Su sed no está en el mordisco del aire 
en cada amanecer a solas. 
Regresa a él y se pregunta 
si todo lo que hace vale la pena, 
eso le mantiene cuerdo un día más, 
y así un día menos gasta la vida 
a su manera, 
como sólo él ha elegido. 


Nená de la Torriente

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