miércoles, 18 de noviembre de 2015

LÍNEA RECTA








Ahora soy de todos. 
Una tela extendida para una larga caricia. 
Ya no hay tiempo escogido, 
ni estigma, 
ni un sólo dolor 
que cargar en mi cruz, 
o un pecado que librar 
en todas mis contriciones. 
Me he muerto 
en ese discurso de galletas con leche 
de un yo ambiguo y caritativo, 
amorosamente fiel a la enseñanza 
de que todo amor es la salvación 
sin tener en cuanta nada, 
sin ser de hembra-hombre 
y que conmigo no llegaste a entender nunca. 
Ahora soy de todos. 
Aurora y despedida, 
una copa de vino cuando la inspiración 
se esquina en curvas de banalidad belitre, 
teta en mesa bordada por madre 
que no gozó de padre, 
el sexo que no conoció el espacio  
del capricho sin reloj. 
Habito en un sobre 
de medidas inexactas, 
soy de todos 
y me he sembrado generosamente 
en la estación de todos los climas, 
en la mano que no juzga, 
en los ojos que no nacieron huecos, 
en el perdón de mí, 
no de los pecados del mundo. 
Y dejo atrás el castigo, 
el muerde hambres, 
el ataque por sorpresa, 
el yo te doy si me subes 
a tu buque de exuberancias, 
el esta boca te aclamará 
si me barres lo que me enreda, 
si me silencias al enemigo. 
Dejo atrás lo que no importa, 
lo que nutre la panza de malaventura, 
lo vergonzoso,
la escalera, 
la moneda y la plaquita en la puerta. 
Y dejo atrás al libertador de quincalla, 
al futurible de bengala, 
al gemelo de Laika en las estrellas, 
al visionario sin fe, 
al oportunista, 
a los que se jactan de ir 
sin haber bebido de su herida. 
Dejo atrás a los que fingen, 
los caprichos pequeños y los grandes, 
las figuras de plomo y las de esta era, 
las saetas de relojes que se ensartan 
en la vena más oculta, 
las medias mitades y las mitades enteras, 
el beso a medio dar 
y el amor a medias, 
el poema que se cuenta con los dedos 
y ese texto que nace para tapizar 
cualquier estantería. 


Nená de la Torriente 

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