viernes, 12 de diciembre de 2014


Sabe decirlo, 
sabe encontrar la saliva justa, 
el peso ingrávido 
de lo que importa, 
el ángulo exacto del sexo 
que domicilia al apetito. 

Sabe encontrarlo, 
donarlo, 
mostrar el tronco que respira 
y la hoja vuelta que se ofrece 
y se desnuda, 

mudar en carne de membrillo 
la roca sucia 
y depositarla, entre tímida 
y perversa, 
en el fondo de tus ojos. 

Sabe entregarlo, 
coger el aire entre el índice 
y el pulgar 
y pellizcar la brisa, 

convertir el polvo en agua 
de sementera, 
y provocar encantamientos 
 levantando calimas.

Sabe cifrarlo,
escribirlo, 
vocearlo para que el mundo 
conciba lo que es la vida, 
y en qué se asemejan  
confusos o definidos  
todos los sueños. 



Nená de la Torriente

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