Desde cuándo el pez,
desde cuándo el ave.
Siempre de punta a esquina
limitando los espacios.
Una vida sin medidas,
ni ponderadas,
ni imprudentes.
Sin centímetros de vértigo.
Embriagada en el arrebato,
y en la calma,
y en el más dulce disparate.
Que de uno en uno
ni los pasos,
ni los besos,
ni las estaciones tediosas
nombrando sus generales,
ni los albores con diarios,
ni los gestos,
ni esas misivas de amor
con recitales tan desmayados
como inapetentes.
Una vida rábida y
reclamante.
Desde cuándo el éter,
desde cuándo el barro.
Nená de la Torriente
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