En cada nacimiento
sea con crónicas o sin anecdotario
a todos nos marcan en miseria,
a todos nos marcan en luminiscencia.
Uno viaja acompañado cada día
por las caricias de otras manos
o espoleado por la falta de ellas.
Tú me sabes a esa Llamada solitaria
de un mundo en perpetuo asombro.
Te reconozco en todas las cosas
que revoltosas nos prolongan
en este sobrecogedor noviciado.
Sé de ti por lo que asomas
como mimosa en los montes,
por el olor a presente que ansía futuro.
Sé que no sé lo suficiente
para guardarte en un cofre
y llamarte por tu nombre
más allá de tu nombre,
pero tú sabes que yo estaré allí
donde me necesites.
En cada nacimiento
a todos nos marcan en rutilante faro
los instante que sean,
pero del mismo modo
en lamentable y doloroso olvido.
Nená de la Torriente
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