Me recuerdas a las mañanas
que se levantan viejas
con ese olor
entre cándido y gastado
de un Madrid con memoria.
Te llevo en la pupila
de cada garito
con polvo en las baldas,
y con voces en las paredes,
allí donde pinto y repinto
un corazón
con el índice en todas sus tablas.
Me vienes a la boca
con el primer trago
y con el olor a geranios
en los balcones,
a los gritos del barrendero burlón
que golpea la chapa del camión
para que arranque,
y a ese teléfono que esperas
con ansiedad que suene,
pero que sabes
que no sonará nunca.
Si los recuerdos fuesen aire
que aprende a bailar,
y la memoria baile
que permanece quieto,
sin duda tú serías la música.
Nená de la Torriente
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