mis hilos han sido tallos de margaritas,
y ya poco queda de este vestido infantil
al que se le han ido cayendo los remiendos
-ocultando verdades molestas-
He querido mantenerlo, y
mi lucha ahora es que no me desnuden
la piel y me descarnen el hueso,
como si fuera pulpa de aguacate maduro.
Ya sé que te prometí no más lamentaciones
ni más ‘yoes’
¿pero qué voy a contarme que conozca
mejor que a mí misma?
Podría confesar cómo pasa mordiéndose
el perro la sarna
en la calle estrecha del rico,
pero los escrúpulos no van a enseñarse
desde la palabra sino desde la tripa rota.
No me reprendas,
no he aprendido mucho,
sólo he aprendido a querer seguir aprendiendo,
y a que no me fallen las ganas
después de haberme equivocado tanto.
Nená de la Torriente
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