los platos de todas las mesas
se rompen,
cuando esos ojitos lloran
nada descansa.
Los días condenables,
las noches condenas
y una larga lengua de vergüenza
nos lame
con la pálida de una vaca.
Cuando esos ojitos lloran
la memoria de los vivos
se gangrena,
cuando esos ojitos lloran
las palabras enferman,
el silencio se encrespa.
Y aún esquinas los codos
y preguntas airado
dónde arrinconé hoy
tu poema,
y es el amor el que nos encuentra
y sólo él
el que nos conoce y nos reescribe.
Nená de la Torriente
y es el amor el que nos encuentra
y sólo él
el que nos conoce y nos reescribe.
Nená de la Torriente
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