es
pasear castillos ambulantes
del
manillar de una bici
con
heridas de arena.
Mirarte
es llevar de la mano
todas
las amapolas
de
los campos serenos
que
hacen mares del trigo.
Mirarte
es colmar jarras de vino
con
sombras frescas de olivo,
vides
e higueras.
Mirarte
es volcar el ombligo
a
un terremoto de avispas
en
su mismo avispero.
Mirarte
es dejarse bañar
por
las aguas de un río
de
tenencia celosa
y
bajar hasta el fondo
en
busca de sirenas.
Mirarte
es mirar al amor,
observar el
incendio
y a su rebrote incesante,
como a la mecha
de
una vela inquebrantable
que no par
pa
de
a
con
el paso del aire.
Nená
de la Torriente