Hablaré
para no decir
para
que sepas que estoy aquí,
escuchándote.
No
morderé la manzana.
No
morderé la manzana,
ni
siquiera miraré el árbol.
Voy
a ser la sombra que mida
tu
cintura cuando quieras un abrazo,
tus
labios y el grueso de la lengua
cuando
busques ese beso
que
te inflame y te trastorne.
Voy
a ser el cielo raso de tu sexo.
Ningún
mandamiento,
ninguno.
El
peso y las medidas,
los
códigos y los edictos sin digerir,
yacerán
en el cuerpo frío
de
las serpientes.
Nená de la Torriente