Le duele la verdad y su ausencia
en el camino,
en el camino,
detrás de la valla,
donde prosperan los suspiros
entre la trastienda y la resignación.
Cabecea, como se enoja
o se disipa,
sin entender la sanción
ni la amnistía
en los muros recientes y
en los centenarios,
los que crearon otros
y que se dicen así mismos testimoniados.
Le duele la verdad y su ausencia,
esa que no distingue en nada que visita.
La hipocresía,
la falsa humildad y
del amor la exigüidad
más estentórea.
Una inexistencia parva y sin vestigios
de todo lo que para ella
no son accesorios,
los que deberían gestarse como inexcusables,
por lo muy acertado de sus fórmulas
para lo que implique
que algo
'está realmente bien hecho'.
Le duele tanto dislate,
tanta frase de comediante
que desprecia el yo del rayano,
siendo el mismo yo que va con él
en silla de montar y al galope.
La miserable crítica del menos oportuno,
la canción de los celos innobles,
la ambición que no conoce
consecuencias y arrasa.
Le duele la verdad y su ausencia
'está realmente bien hecho'.
Le duele tanto dislate,
tanta frase de comediante
que desprecia el yo del rayano,
siendo el mismo yo que va con él
en silla de montar y al galope.
La miserable crítica del menos oportuno,
la canción de los celos innobles,
la ambición que no conoce
consecuencias y arrasa.
Le duele la verdad y su ausencia
en el camino,
la curva y su falso ofrecimiento,
la emboscada que no tarda en aparecer
engullendo todo a su paso.
la curva y su falso ofrecimiento,
la emboscada que no tarda en aparecer
engullendo todo a su paso.
Nená de la Torriente
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