Un poco de esto, un poco de nada
Me puse las espuelas para salir despacio
y dije te esperaré.
A veces se me ocurre invertir el orden de las cosas
cuando ando tan felizmente estremecida,
y se me olvida que enseguida olvido
lo que es estremecerse,
y lo que es que alguien llegue,
aunque nunca lo que es esperar.
Al bajar de rellano en rellano
creí cruzar los cinco continentes, y
confundí el sonido de las tuberías
con el discurso de los grandes ríos,
¡oh, qué grandeza, qué sensaciones!
El mundo era una pelotita insignificante
en las palabras que salían de mi boca.
Cuando regresé al cuarto todo había encogido
y el corazón achicaba agua salada
como quien lo había hecho muchas veces.
No tenía ni un sólo bote,
viajaba con un triste remo que pintaba en lápiz.
Aquella realidad y no otra
nada enturbiaba ésta que tenía en los cajones:
Tus hermosos ojos.
Los hermosos ojos de todos cuantos había visto.
Los deliciosos humanos.
Los humanos odiosos.
El tierno roce de unos dedos anónimos.
Este pulmón que me partía el pecho
con cada paso lento conmocionado
y todo aquello con lo que soñaba y escribía.
Lo que me importaba y lo que me era ajeno.
Cada palabra de otro que se había quedado conmigo
y todos aquellos actos que pergeñé
para que alguien me quisiera.
para que alguien me quisiera.
Nená de la Torriente
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