jueves, 19 de mayo de 2016

Un poco de esto, un poco de nada


Me puse las espuelas para salir despacio 
y dije te esperaré. 
A veces se me ocurre invertir el orden de las cosas 
cuando ando tan felizmente estremecida,  
y se me olvida que enseguida olvido 
lo que es estremecerse, 
y lo que es que alguien llegue, 
aunque nunca lo que es esperar.

Al bajar de rellano en rellano 
creí cruzar los cinco continentes, y 
confundí el sonido de las tuberías 
con el discurso de los grandes ríos, 
¡oh, qué grandeza, qué sensaciones! 
El mundo era una pelotita insignificante 
en las palabras que salían de mi boca. 
Cuando regresé al cuarto todo había encogido 
y el corazón achicaba agua salada 
como quien lo había hecho muchas veces. 
No tenía ni un sólo bote, 
viajaba con un triste remo que pintaba en lápiz. 
Aquella realidad y no otra 
nada enturbiaba ésta que tenía en los cajones: 

Tus hermosos ojos. 
Los hermosos ojos de todos cuantos había visto. 
Los deliciosos humanos. 
Los humanos odiosos. 
El tierno roce de unos dedos anónimos. 
Este pulmón que me partía el pecho 
con cada paso lento conmocionado 
y todo aquello con lo que soñaba y escribía. 
Lo que me importaba y lo que me era ajeno. 
Cada palabra de otro que se había quedado conmigo 
y todos aquellos actos que pergeñé 
para que alguien me quisiera. 


Nená de la Torriente

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